Sabías qué es el adviento?
¿Qué es el Adviento? esta es nuestra explicación en especial para niños y jóvenes.
Adviento quiere decir: “esperar
al que viene”. ¿Y quién es el que viene? El Niño Dios.
Adviento entonces es el
tiempo en el que en la Iglesia nos disponemos a esperar al Niño Dios que está
por nacer. Sabemos que ya nació, murió y resucitó, pero en Adviento “hacemos de
cuenta que no ha venido todavía”. Esperamos a Jesús que está por nacer.
En Adviento esperamos
a Dios, que está por venir, y por eso en las lecturas y en los cantos se hace
alusión a la venida del Señor.
El Adviento es un
tiempo de alegre espera; la espera de la llegada del Señor, y es alegre, porque
sabemos que, cuando venga Dios, cuando nazca el Niño Dios, el mundo será
distinto, porque no es lo mismo un mundo sin Dios, que un mundo con Dios.
¿Cómo es un mundo sin
Dios? Para saberlo, veamos qué es Dios, para darnos cuenta qué hay cuando Él
está, y qué no hay cuando Él no está.
Dios es luz, porque lo dice el evangelista Juan: “Dios
es luz y en Él no hay tinieblas” y Jesús dice de sí
mismo: “Yo Soy la luz del mundo”, y por eso en el Credo
decimos: “Dios de Dios, Luz de Luz”, cuando nos referimos a Jesús. Entonces,
Dios es luz, y cuando el Niño Dios está en el alma, todo está iluminado, con
una luz más hermosa que la luz del sol.
Pero cuando Dios no
está, el mundo se pone oscuro, como una noche sin luz de luna, y las almas
viven en tinieblas, porque no pueden ver nada, y así como en la noche, en los
bosques, salen las bestias feroces, así en la noche sin Dios, salen otras
bestias, más feroces que los animales, los ángeles caídos. Cuando el alma está
sin Dios, vive en esta oscuridad, en donde hay seres oscuros y malvados.
Dios es Vida, porque
Jesús dice de sí mismo: “Yo Soy el Pan de vida eterna, el que come de este Pan,
vivirá eternamente”. Cuando el Niño Dios está
en el alma, el alma está viva, porque vive con la vida de Dios, y vive en la
tierra ya con un poquito de cielo, de eternidad, en el corazón. Y cuando hay
vida, hay alegría, esperanza, risas, caridad.
Pero cuando el Niño
Dios no está, sólo hay muerte, y eso es lo que pasa, por ejemplo, en las
guerras, cuando los hombres se pelean por la tierra, por el oro, por el
petróleo, por las riquezas del mundo. Cuando Dios, que es vida, no está, sólo
hay muerte entre los hombres, porque sin Dios, los hombres se matan entre sí.
Dios es Verdad, porque
Jesús dijo de sí mismo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, y por eso, cuando el Niño Dios nace en un alma, en esa alma no hay
mentiras, no hay doblez del corazón. Cuando Dios está en el alma, el alma es
transparente como un cristal; el alma no habla nunca a espaldas del prójimo; el
alma no habla nunca mal del prójimo, y mucho menos, desea el mal a nadie.
Pero cuando el Niño
Dios, que es Verdad, está ausente del alma, el alma se vuelve cínica,
hipócrita, mentirosa, falaz, y habla con doblez de corazón: mientras dice una
cosa con los labios, con el corazón dice otra contraria; mientras alaba a Dios
con los labios, con el corazón tiene rencor y odio contra el prójimo, y se
niega a perdonarlo.
Dios es
Amor, porque así lo dice el evangelista Juan: “Dios es Amor”, y por eso, cuando el Niño Dios está en el alma, el alma se vuelve como un
espejo que refleja el amor divino, un amor que no es envidioso, que no es
rencoroso, que a nadie desea el mal, que quiere a todos, incluidos a sus
enemigos; un amor que ama a sus padres, a sus hermanos, y a todo prójimo, por
amor a Dios; un amor que comparte sus cosas, su tiempo, sus alegrías; un amor
que ayuda a los demás; un amor que es solidario, caritativo, amable, bueno,
compasivo.
Pero cuando el Niño
Dios no está en el alma, el alma se vuelve agria y amarga, egoísta, incapaz de
compartir nada con nadie; el alma se vuelve mala, porque a nadie quiere, ni a
Dios, ni al prójimo, ni a sí mismo, ni mucho menos a sus enemigos; un alma sin
el Niño Dios se vuelve incapaz de perdonar, y es tan orgullosa y tan nada
humilde, que jamás pide perdón cuando se da cuenta que se ha equivocado en
algo; cuando el Niño Dios no está en el alma, el alma se vuelve caprichosa,
vanidosa, engreída, soberbia, y para esta alma no existe nadie sino ella misma
y sus mezquinos y egoístas intereses.
El tiempo de Adviento
entonces es un tiempo para prepararnos para la venida de Dios Niño, que habrá
de nacer en un portal, el portal que es nuestro corazón. Es un tiempo de
alegre espera.
Jesús nació en un
portal; nosotros en Adviento preparamos nuestro corazón para que sea un nuevo
portal, un portal nuestro, donde nazca Jesús por la gracia. Así como la
Virgen, encinta, tuvo que entrar en la gruta para la limpiarla, porque ahí
dormían los animales, y estaba todo oscuro, así le pedimos a la Virgen que sea
Ella la que prepare nuestro corazón para que sea como una gruta en donde
nazca su Hijo Jesús.
Y como también está a
oscuras, como el Portal de Belén, le pedimos que alumbre nuestro corazón con la
luz de la gracia del Niño Dios.
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